¿Qué pasó en el en el siglo XVI?
España estaba formada por varios reinos, entre los que destacaban el de Castilla y el de Aragón. En 1469, los reyes de Castilla y Aragón, Isabel y Fernando, se casaron, uniendo ambos reinos e iniciando un proceso de unificación y centralización del poder en la península ibérica.
La conquista de Granada en 1492 puso fin a la presencia musulmana en la península y permitió a los Reyes Católicos afirmar su poder en todo el territorio. Ese mismo año, Cristóbal Colón, bajo el patrocinio de los monarcas, emprendió su viaje hacia el oeste en busca de una nueva ruta hacia las Indias, lo que llevó al descubrimiento de América.
Durante el siglo XVI, España se convirtió en un imperio global, con posesiones en América, África, Asia y Oceanía. La explotación de las riquezas de estas tierras, especialmente la plata y el oro de América, permitió a España financiar su expansión y convertirse en una de las potencias más ricas y poderosas del mundo. Este periodo coincide con los reinados de los Austrias mayores, Carlos V y Felipe II.
Cuando Carlos I ascendió al trono, los reinos españoles pasaron a estar bajo la casa de Austria o Habsburgo, la cual gobernó España durante dos siglos. Gracias a la política matrimonial de sus antepasados, Carlos I heredó uno de los legados más grandes conocidos hasta entonces, y España se vio involucrada en una serie de conflictos políticos a nivel europeo y universal.
Su hijo Felipe II, que abarcó la mayor parte del siglo XVI, centró su política en la defensa de sus intereses dinásticos, los de la familia Habsburgo, y en la defensa del catolicismo en una Europa dividida por conflictos religiosos. Mientras tanto, en América, la conquista culminó durante el reinado de Carlos I, y bajo el gobierno de Felipe II, se llevó a cabo la colonización de Filipinas, llamadas así en su honor, las cuales fueron descubiertas durante el reinado de Carlos I.
Monarquías autoritarias
En algunos países europeos como España, Inglaterra y Francia, se establecieron monarquías autoritarias que propiciaron el desarrollo de los estados modernos. Estas monarquías crearon un sistema de instituciones que les permitió gobernar y administrar de manera más eficiente sus territorios.
Una de las instituciones más importantes fue la burocracia, una administración dividida en funciones jurídicas, económicas y políticas que estaba en manos de funcionarios. Esto permitió un mayor control y centralización por parte del estado. Otra institución fundamental fue el ejército permanente, compuesto por soldados profesionales que respondían ante el estado y eran mantenidos con dinero real.
También se estableció la Hacienda Real, un sistema fiscal permanente que recaudaba impuestos para el estado, lo que permitió a las monarquías financiar sus actividades. Además, se estableció una corte permanente, que se ubicó en un lugar concreto (primero Toledo, luego Valladolid y finalmente Madrid), para facilitar el gobierno y la administración del territorio.
La diplomacia y los embajadores también fueron una institución importante. Representaban los intereses de la monarquía en las cortes extranjeras y eran mediadores en numerosas causas.
En este contexto, España se convirtió en el estado más poderoso de la Europa moderna. Sin embargo, otros países también destacaron en este período, como Francia de Luis XI y Francisco I, Inglaterra de Enrique VIII, Portugal de los Avís con Juan II y Rusia con el Zar Iván III. Todos ellos lograron desarrollar estados modernos que les permitieron consolidar su poder y controlar de manera más efectiva sus territorios.
Carlos I (Carlos V)
Después de la muerte de Isabel, su hija Juana se convirtió en la heredera del trono y se casó con Felipe de Borgoña. Sin embargo, tras la muerte de Felipe y la incapacidad de Juana para gobernar, su hijo Carlos I ascendió al trono. Nacido en Bélgica en 1500, se convirtió en el monarca más poderoso de su tiempo, gracias a la herencia de un vasto imperio que incluía España (Castilla, Aragón, Sicilia, Nápoles, Cerdeña, Rosellón y la Cerdaña) y América, de sus abuelos maternos, los Reyes Católicos. Además, heredó Austria y Alemania (de su abuelo paterno, Maximiliano de Austria), Países Bajos, Flandes y Franco Condado (de su abuela paterna, María de Borgoña).
Sin embargo, al llegar a España, Carlos I nombró a amigos, consejeros y eclesiásticos de Flandes que no conocían el país y no hablaban castellano para los principales cargos de gobierno. Esto molestó a los nobles de Castilla y Aragón, quienes lo consideraron un extranjero y dificultó la aceptación de su autoridad por parte de algunos sectores de la sociedad. A pesar de esto, Carlos I se convirtió en el monarca más poderoso de la Europa moderna y dejó una huella duradera en la historia de España y del mundo.
Además de la Revuelta de las Comunidades, Carlos V también tuvo que lidiar con otro movimiento de carácter similar en Valencia y Mallorca en 1519, conocido como las Germanías. En este caso, los artesanos y clases populares se levantaron en contra del poder de la aristocracia, que ocupaba los cargos municipales y promovía políticas a favor de sus intereses. Este movimiento tuvo un fuerte matiz antiseñorial y antinobiliario.
A diferencia de la Revuelta de las Comunidades, las tropas reales lograron restablecer la situación en Valencia y Mallorca en 1521-1522 y 1523, respectivamente. Se trató de un conflicto más social que político, y aunque los líderes de las Germanías fueron ejecutados, la represión no fue tan brutal como en la Revuelta de las Comunidades.
En general, estos levantamientos internos evidenciaron la falta de aceptación de Carlos V por algunos sectores de la sociedad española, y las dificultades que tuvo para imponer su autoridad como un rey extranjero que no conocía bien el país ni hablaba su lengua. A pesar de ello, Carlos V logró consolidar su poder y mantener el control sobre sus vastos territorios.
En su política exterior, buscó consolidar su poderío en Europa promoviendo la unión de los estados cristianos en la defensa de sus intereses. Sin embargo, su política exterior se vio obstaculizada por diversos problemas.
En primer lugar, la rivalidad con Francia por el control de Italia y la pugna por Flandes y Borgoña llevaron a una guerra entre ambos países. La victoria española en la batalla de Pavía en 1525 y la posterior captura del rey francés Francisco I llevaron a la firma de la Paz de Madrid en 1526, en la que se acordó que Milán pasara a manos de Carlos V. Sin embargo, la rivalidad entre ambos países continuó y Francisco I obtuvo ayuda del papa Clemente VII para recuperar sus territorios. El saqueo de Roma en 1527 fue un duro golpe para la Iglesia Católica y para la imagen de Carlos V, pero finalmente en 1529 se mantuvo la hegemonía española en Italia.
En segundo lugar, Carlos V tuvo que luchar contra la amenaza turca en sus fronteras orientales. A principios del siglo XVI, los turcos ganaron terreno en Europa y Carlos V formó una liga cristiana que agrupaba a España, Venecia y el Papa (Liga Santa). En 1535, Carlos V conquistó la importante plaza de Túnez, en el norte de África, pero la amenaza turca no desapareció del todo y continuó durante todo su reinado, y también el de su sucesor, Felipe II.
En tercer lugar, la Reforma Protestante, liderada por Martín Lutero, supuso una amenaza para la unidad católica en Europa. Los príncipes alemanes que querían liberarse del poder del emperador se unieron a los seguidores de Lutero, lo que llevó a la formación de la Liga Smalkalda en 1531. En 1547, los príncipes alemanes lucharon contra la Liga Católica en la batalla de Mühlberg, en la que venció Carlos V. En 1555 se firmó la Paz de Augsburgo, que estableció la libertad religiosa en los territorios alemanes, pero los ciudadanos quedaron obligados a practicar la religión de su príncipe, lo que llevó a una división religiosa en Europa.
Finalmente, en 1556 Carlos V decidió abdicar en su hijo, Felipe II, debido a los elevados gastos militares que había tenido que afrontar durante su reinado, lo que limitó su política exterior en sus últimos años de vida.
Felipe II
En 1556, Felipe II heredó todos los territorios de su padre excepto Austria y el Imperio Germánico, y más tarde, en 1580, añadió Portugal a sus posesiones. A diferencia de su padre, Felipe II no abandonó España y continuó luchando por la hegemonía en Europa, defendiendo el catolicismo y heredando los conflictos de su padre, que aumentaron durante su reinado.
En su lucha por la hegemonía, Felipe II se enfrentó a Francia y venció en la batalla de San Quintín en 1557. Francia sufrió una guerra civil por motivos religiosos, pero en 1559 la Paz de Cateau-Cambrésis puso fin a la disputa, ya que Felipe apoyó a los católicos contra los Hugonotes. Enrique de Navarra, un Hugonote, se perfilaba como monarca francés, pero tras su conversión al catolicismo se convirtió en Enrique IV de Borbón, y se estableció el Edicto de Nantes en 1598, que garantizaba cierta tolerancia religiosa hacia los protestantes.
Felipe II también tuvo que luchar contra los turcos, quienes en 1570 atacaron la isla de Chipre, que era entonces una posesión veneciana, y conquistaron Túnez y Chipre. En respuesta, se formó la Liga Santa en 1571, que ganó varias victorias navales. Sin embargo, los turcos continuaron atacando y practicando la piratería durante el siglo XVII.
Otro conflicto importante que enfrentó Felipe II fue la Guerra de Flandes, que comenzó en 1566 cuando los territorios protestantes (calvinistas) del norte de los Países Bajos se sublevaron contra la política represiva del catolicismo por parte del rey y la creciente presión fiscal. La guerra de los Ochenta Años (1568/1648) terminó con la independencia de los Países Bajos, con las provincias católicas del sur (actuales Bélgica y Luxemburgo) y las Provincias Unidas (actuales Países Bajos) calvinistas del norte, dirigidas por Guillermo de Orange.
Además, Felipe II tuvo que enfrentar una guerra contra Inglaterra, donde no tenía una flota naval para bloquear a los Países Bajos y había dificultades financieras para pagar a los soldados. Isabel I de Inglaterra, quien era anticatólica, apoyó a los Países Bajos y acosó a los piratas españoles. Felipe II invirtió dinero en una buena flota naval y quería crear una base en el canal. Envió a la Armada en 1588 con el fin de invadir Inglaterra, pero fue un fracaso. Los ingleses enviaron una flota dirigida por el pirata Drake a España, y aunque fracasaron al atacar las posesiones hispanas en América, tras 20 años de guerra se firmó la paz en 1604.
Esta guerra debilitó el poder naval español y afectó su economía, lo que contribuyó al declive del Imperio español y disminuyó su influencia en Europa. Felipe III se convirtió en rey de España después de la muerte de su padre.
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