En el siglo XVII, España experimentó una etapa fascinante y compleja bajo la dinastía de los Austrias (denominado por la historiografía como Austrias Menores). Este periodo se caracterizó por una serie de acontecimientos históricos y transformaciones que dejaron una profunda marca en la cultura, política y sociedad. A lo largo de estos años, España vivió momentos de esplendor y dificultades, experimentando una mezcla de grandiosidad y desafíos. Durante esta época, las artes y la literatura florecieron, dando lugar a algunas de las obras más destacadas en la historia del país. Sin embargo, las tensiones políticas y las luchas por el poder también influyeron en la monarquía.
Los Austrias gobernaron con una combinación de autoridad y debilidad, dando origen a la figura política conocida como el «valido«, quien ejercía el gobierno en nombre del monarca.
La monarquía Hispana buscó mantener la supremacía en Europa, pero lamentablemente, ello culminó en una derrota significativa. A lo largo de la centuria, se atravesaron crisis, aunque en el último tercio se inició un proceso de recuperación que benefició a la nueva dinastía borbónica.
Época de crisis
Durante el siglo XVII, Europa se vio envuelta en una profunda crisis, que afectaría a diferentes países. Alemania, debido a las secuelas de la Guerra de los Treinta Años, y España fueron las naciones que experimentaron los efectos más intensos de esta situación adversa.
La demografía sufrió las constantes guerras, la expulsión de los moriscos, especialmente devastadora en tierras valencianas, y las epidemias que azotaron a toda Europa con distintos grados de intensidad. En España, se produjeron tres terribles epidemias de peste bubónica. Aunque hacia finales de siglo se registró una recuperación demográfica, en 1700 la población de España era prácticamente la misma que en 1600.
La crisis económica, que ya se vislumbraba en los últimos años del reinado de Felipe II, se agravó durante el gobierno de sus sucesores. Entre los factores que explican la ruina de la economía española se encuentran las malas cosechas, los elevados costos de producción industrial, la disminución de las cantidades de oro y plata provenientes de América y el aumento de impuestos necesarios para sostener la costosa política internacional. Ante la escasez de metales preciosos, los monarcas recurrieron a manipulaciones y alteraciones de las monedas en circulación y modificaciones en la ley del metal . Estas medidas exacerbaron aún más la situación económica y monetaria, generando un aumento espectacular de los precios.
Los privilegiados fortalecieron aún más su posición debido a su prestigio y a los privilegios que disfrutaban, por ello no se logró establecer una clase burguesa dinámica que impulsara el desarrollo económico del país. En contraste, las clases populares experimentaron un deterioro en sus condiciones de vida, lo cual, en numerosas ocasiones, las empujaba hacia actividades delictivas, el bandolerismo o la mendicidad. Este desolador panorama encontró su expresión, especialmente, en la pintura costumbrista del siglo XVII y en la literatura de la época, destacando la novela picaresca.
Felipe III 1598/1621
Felipe III delegó gran parte del gobierno en su valido, el duque de Lerma. Bajo su influencia, se implementaron una serie de reformas y políticas que buscaban estabilizar la economía y consolidar el poder de la nobleza. Se impulsaron medidas de control fiscal y se promovió la repoblación de áreas despobladas. Sin embargo, estas políticas también generaron un aumento de la carga impositiva para las clases populares, lo que contribuyó a un descontento social generalizado y también, resultó en prácticas de corrupción y nepotismo que afectaron la administración.
A nivel interno, en el año 1609, se emitió un decreto que ordenaba la expulsión de los moriscos y resultó en que alrededor de 300,000 personas se trasladaron al norte de África. Esta medida tuvo un impacto muy negativo en la agricultura en regiones como Valencia y Aragón, donde los moriscos eran numerosos y solían trabajar en tierras que en su mayoría pertenecían a la nobleza.
En el ámbito exterior, el reinado de Felipe III se caracterizó por la firma de importantes tratados y alianzas. Uno de los acuerdos más destacados fue la Paz de Vervins en 1598, que puso fin a la guerra con Enrique II de Francia. Además, se fortalecieron las relaciones diplomáticas con Inglaterra y con los rebeldes de los Países Bajos (Holanda), mediante la Tregua de los Doce Años en 1609, y se establecieron alianzas matrimoniales con otras casas reales europeas.
No obstante, esta etapa pacífica se vio interrumpida en 1618 con el inicio de la Guerra de los treinta años, en la cual España apoyó a los Austrias alemanes, quienes eran parientes de los monarcas españoles. Lo que comenzó como un conflicto localizado en el Imperio alemán entre protestantes y católicos, se convirtió en una lucha por la hegemonía en Europa frente a los Austrias, liderada por Francia.
Felipe IV 1621/1665
Felipe IV asumió el trono en 1621 a los dieciséis años, en medio de conflictos como la Guerra de Flandes y la Guerra de los Treinta Años. El poder de los «halcones», liderado por Baltasar de Zúñiga, creció tras la caída del duque de Lerma, quien no resolvió los problemas de la vasta monarquía de los Austrias.
En el ámbito interno, la segunda mitad de este reinado fue testigo de una crisis desintegradora. Los problemas económicos se agravaron, mientras que la política centralista del Conde-Duque de Olivares, el valido del rey, exacerbó la situación. Su enfoque buscaba involucrar a los reinos periféricos en los esfuerzos bélicos, generando descontento en regiones como Cataluña y Portugal. Aunque el conde-duque no perseguía riquezas personales, su deseo de mantener la hegemonía de España en Europa a través de reformas fiscales y centralización falló. Esto desencadenó la sublevación de Cataluña y Portugal, coincidiendo con la Guerra de los Treinta Años y posteriores conflictos contra Francia. Estas circunstancias sumieron a España en un período de decadencia. También surgieron otras sublevaciones en regiones como Andalucía, Aragón y Sicilia, aunque estas fueron relativamente más fáciles de sofocar. Sin embargo, la sublevación en Nápoles en 1647 resultó ser la más preocupante.
La política internacional durante el reinado de Felipe IV estuvo marcada por la pérdida de la hegemonía que España había mantenido previamente. La Guerra de los Treinta Años, que se había iniciado en 1618, continuaba en curso. En 1621, los Países Bajos regresaron a la soberanía española tras la muerte del archiduque Alberto de Austria, marcando el fin de la Tregua de los Doce Años y reanudándose la guerra. La rebelión holandesa se convirtió en un capítulo de la Guerra de los Treinta Años que involucraba a múltiples actores europeos.
Aunque los Austrias inicialmente lograron victorias, la situación cambió en 1640 cuando Cataluña y Portugal se sublevaron, como ya se ha mencionado. La continua presión de los conflictos y las rebeliones internas llevaron a la decadencia de España. En 1643, falleció el conde-duque de Olivares y, en el mismo año, los tercios españoles, hasta entonces invictos, sufrieron una derrota en la Batalla de Rocroi.
El final de la Guerra de los Treinta Años llegó con la paz de Westfalia en 1648. En este acuerdo, España reconoció la independencia de Holanda. Sin embargo, España optó por continuar la lucha contra Francia, que buscaba mantener su dominio sobre Cataluña. A esto se sumó la intervención de Inglaterra, que ocupó la isla de Jamaica en 1655. La paz finalmente se estableció con Francia después de la derrota en la batalla de Las Dunas en 1658, mediante la firma de la paz de los Pirineos en 1659. Esta, llevó a la pérdida de la provincia de Artois y diversas plazas flamencas en los Países Bajos. Además, España cedió los territorios catalanes del Rosellón y la Cerdaña, lo que estableció la frontera actual entre ambos países, la cual es la más antigua de Europa. También se acordó el matrimonio entre Luis XIV y la infanta española María Teresa de Austria, cuyo nieto Felipe de Anjou se convertiría en el futuro rey de España tras la muerte de Carlos II, el último monarca de la dinastía de los Austrias españoles.
Carlos II 1665/1700
El reinado de Carlos II, conocido como el «Hechizado«, prolongó la decadencia que había afectado a la monarquía española. Durante este período, Europa vivía en un contexto posguerra tras los acuerdos de paz de Westfalia (1648) y los Pirineos (1659). Aunque algunas medidas económicas implementadas en 1680 condujeron a una ligera recuperación económica y demográfica, el verdadero renacimiento tuvo lugar en el siglo XVIII bajo el gobierno de los Borbones. Se le retrata en la historiografía como un monarca débil y enfermizo. Su reinado estuvo marcado por los conflictos militares con Francia y la preocupación constante por el problema de la sucesión al trono.
España continuó su declive en la escena internacional. El país sufrió derrotas en conflictos militares, y la monarquía enfrentó dificultades financieras debido a la disminución de los ingresos de América y la mala gestión económica. La influencia extranjera también se hizo más evidente, ya que las potencias europeas buscaban aprovechar la situación de debilidad de España.
En este contexto, también se enfrentó a varias guerras contra Luis XIV de Francia. Las consecuencias fueron la pérdida del Franco Condado y diversas plazas en Flandes. A pesar de dos matrimonios, Carlos II no tuvo descendencia.
La cuestión de la sucesión se convirtió en un dilema crucial. La disputa quedo entre dos candidatos como posibles herederos: Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y el archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo I de Austria. Poco antes de su fallecimiento, Carlos II designó a Felipe de Anjou, también conocido como Felipe V, como su heredero. Sin embargo, esta decisión no pudo evitar el desencadenamiento de la Guerra de Sucesión a la Corona Española. El conflicto se extendió entre 1701 y 1714, dejando importantes consecuencias tanto en España como en Europa. Los tratados de Utrecht y Rastatt pusieron fin al conflicto y reconfiguraron el mapa político. Felipe V, de la Casa de Borbón, fue reconocido como rey de España, marcando el inicio de una nueva dinastía.
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Enlaces de interés
- https://www.sabuco.com/historia/elsigloxvii.htm
- https://iesbohio.es/web/documentos/departamentos/geografia-historia/EvaIturri/Los_Austrias_Menores.pdf
- https://www.unprofesor.com/ciencias-sociales/los-austrias-y-los-borbones-en-espana-resumen-2647.html
- https://historiaespana.es/edad-moderna/guerra-de-sucesion
- http://abenaxara.com/temario-historia-espana-bachillerato-selectividad-estrategias
- https://kappostorias.blogspot.com/2017/11/36-los-austrias-del-siglo-xvii-el.html
- https://historyofspain.es/video/austrias-dinastia-de-los-austrias/