En el 711, aprovechando las disputas internas del reino visigodo, los musulmanes, al mando de Tarik entraron en la península Ibérica y vencieron al noble Don Rodrigo en la Batalla de Guadalete. En pocos años tomaron la península a través de capitulaciones. Sólo los territorios situados al norte, en la cordillera Cantábrica, se mantuvieron bajo el dominio cristiano y será allí donde se formarán los núcleos de resistencia, germen de los futuros reinos cristianos. Estos, iniciaron un proceso de expansión hacia el sur que se ha conocido históricamente como Reconquista, término que hoy en día se discute, ya que desde el punto de vista académico el término es inexacto debido a que la reconquista cristiana del territorio peninsular se formó posteriormente a la invasión musulmana.
Se fueron consolidando poderosas monarquías que darían lugar a importantes y poderosos reinos que ampliarían sus territorios poco a poco a cuenta de los musulmanes. Este proceso se aceleró en el siglo XIII por las propias disputas en Al-Ándalus.
Desde el 711 hasta 1492 habrá momentos de convivencia pacífica y de enfrentamientos. Durante los primeros siglos el predominio musulmán fue mayor, pero, tras las victorias en Navas de Tolosa en 1212, el dominio cristiano aumentó y llevaría a una etapa final que concluiría con la conquista del Reino Nazarí de Granada en 1492.
Siglos VIII, IX y X
El reino de Asturias al mando del caudillo Don Pelayo fue el primero en formarse, según la historiografía, venciendo a los musulmanes en la Batalla de Covadonga en el año 722. No tardaría en ampliar territorio por Galicia, León y norte de Portugal, llegando incluso a una parte de Castilla (donde nacería el condado de Castilla y el de Portugal en el siglo X). Poco a poco los territorios se fueron ampliando hasta el Duero y trasladaron su capital de Oviedo a León.
Paralelamente a la consolidación del reino asturleonés, en la zona pirenaica surgen otros reinos. El origen de estos reinos y condados se encuentra en la necesidad de Carlomagno, emperador de los francos, de proteger su imperio de los musulmanes y para ello estableció una franja protectora fuertemente fortificada al sur de los Pirineos, La Marca Hispánica. Esta fue dividida en condados y gobernada por condes. El conde de Pamplona, Íñigo Arista, a principios del siglo IX expulsó a las tropas francas de Pamplona, dando origen a la capital del reino que más tarde se llamará Navarra. Surgirían también los condados aragoneses (Aragón, Sobrarbe y Ribagorza). Más tarde se separaría el Condado de Aragón en el 828 con los Aznar Galindo, que en 1035 se convertiría en reino y finalmente, en el ámbito catalán, surgieron los Condados Catalanes dependientes de los francos hasta que en 874 Wifredo el Velloso hace hereditario en condado.
Siglos XI y XII
En Navarra, Sancho III el Mayor de Navarra llegó a ser el rey cristiano más poderoso de la Península aprovechando la crisis del califato de Córdoba. Amplió la corona con la incorporación de los condados catalanes, Castilla y zonas de león, pero a su muerte en el año 1035 dividió el reino entre sus hijos:
- Fernando: el reino de Castilla.
- García: el reino de Pamplona.
- Gonzalo: Sobrarbe y Ribagorza.
- Ramiro: Aragón, que unió a los anteriores al morir su hermano.
Pamplona fue conquistado por los monarcas aragoneses, pero vuelve a independizarse en el siglo XII tras la muerte sin sucesor del rey aragonés Alfonso I el Batallador.
Aragón se convierte en reino con Ramiro I en 1035 con la anexión de los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Con Alfonso I el batallador se conquistó la zona del Ebro, conquistando Zaragoza, su capital, en 1118. Le sucederá su hermano Ramiro II el Monje, que casaría a su hija Petronila con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. Ello, significó la unión dinástica de Aragón y Cataluña con su hijo Alfonso II el casto. Este último ampliará los territorios de la corona hacia Teruel y facilitando el acceso a Valencia. Será Pedro II el católico el encargado de iniciar la conquista en el Mediterráneo.
El reino de Castilla comienza en 1035 con Fernando I, que derrotó al rey de León en 1038 y desde entonces estarán vinculados hasta su unión definitiva en 1230. Su hijo Alfonso VI conquista Toledo (1085). Esta conquista provocará la solicitud de ayuda de las taifas a sus hermanos almorávides del norte de África, que derrotaron a Alfonso VI y frenaron la conquista cristiana. Alfonso VII continuará la lucha con los almohades. A su muerte en 1157 repartió el reino entre sus hijos .
Fernando II León y Sancho III Castilla.
Siglos XIII
En el reino de Castilla, el hijo de Sancho III, Alfonso VIII, es derrotado por los almohades en Alarcos en el año 1195. Esto hizo que los reinos cristianos se unieran en cruzada para vencer a los musulmanes. El Papa Inocencio III junto al Arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada propiciaron una alianza de los reinos cristianos de Castilla, Navarra y Aragón contra los almohades en la Batalla de Navas de Tolosa en 1212.
- Alfonso VIII de Castilla.
- Sancho VII de Navarra
- Pedro II de Aragón
Alfonso VIII, casó a su hija Berenguela con Alfonso IX de León, uniendo ambos reinos en 1230 en la persona del hijo de ambos, Fernando III el Santo. Este conquistó la Mancha, Extremadura, Murcia y Andalucía a excepción del reino de Granada. Su hijo, Alfonso X el Sabio continuó la conquista por la baja Andalucía. Tras morir su primogénito, Fernando de la Cerda, su segundo hijo, Sancho, se alzó contra su padre reclamando sus derechos en 1284, convirtiéndose en Sancho IV.
Tras Fernando IV y Alfonso XI llegaría Pedro, el Cruel por sus detractores y el Justiciero por sus partidarios. Defendió la autoridad de la monarquía frente a la nobleza, esto hizo que la nobleza apoyara a su hermanastro, Enrique de Trastámara, provocando el estallido de una guerra civil. Enrique II se coronó rey tras matar a su hermanastro e inició la dinastía Trastámara en Castilla.
En Aragón, el rey Jaime I, hijo de Pedro II el católico, terminó la conquista de Baleares y Valencia e incorporó los reinos de Mallorca y Valencia a la Corona aragonesa. Controló amplios territorios y defendió las rutas comerciales establecidas por la burguesía catalana.
Con el Tratado de Almizra en 1244 pactaron con la corona de Castilla los límites del reino de Valencia. Pedro III el Grande tuvo que hacer frente a numerosas sublevaciones nobiliarias. Se casó con Constanza de Sicilia y aprovechó la sublevación de la población siciliana contra los Anjou en 1282 y se proclamó rey de Sicilia.
En Navarra, las relaciones con Aragón mejoraron tras las Navas de Tolosa.
Jaime I de Aragón y Sancho VII de Navarra firma un acuerdo: el monarca superviviente heredaría los dominios del primero para contrarrestar la fuerza que había alcanzado castilla y león tras su unión. Al morir Sancho, los súbditos se negaron a la unión con Aragón, ya que el rey aragonés se oponía a derechos de los nobles. Estos, ofrecieron el trono a Teobaldo de Champaña (1234-1253), tras hacerle jurar los fueros de Navarra. Tras la muerte de Enrique I, Navarra se sumió en guerra civil entre partidarios de la unión con Castilla, la unión con Aragón y los que preferían una alianza con Francia.
Siglo XV
Durante el siglo XV Castilla se recupera demográfica y económicamente. Pero sus monarcas Juan II (1406-1454) y Enrique IV (1454-1474) fueron débiles y dominados por la nobleza. Su hermana Isabel le sucedió y se casó con el heredero a la corona de Aragón Fernando en 1469.
Isabel de Trastámara y Juana la Beltraneja mantuvieron una guerra civil, ya que ambas afirmaban ser la legítima heredera al trono de Castilla. Juana era la hija ilegítima del rey Enrique IV de Castilla y de Juana de Portugal. Isabel de Trastámara, por otro lado, era la sobrina de Enrique IV y hermanastra de Juana. Después de la muerte de Enrique IV en 1474, Isabel y su esposo, Fernando de Aragón, reclamaron el trono de Castilla para sí mismos, alegando que Juana era una impostora y que el verdadero padre de Juana era en realidad el noble Beltrán de la Cueva.
Después de varios años de enfrentamiento, Juana finalmente renunció a sus pretensiones al trono en 1479 y reconoció a Isabel como la reina legítima de Castilla. Esto puso fin a la guerra y permitió a Isabel y Fernando consolidar su poder en la Península Ibérica y sentar las bases para la unificación de España y la expansión del Imperio español en los siglos siguientes.
El matrimonio entre Isabel y Fernando, además de ser una unión personal, supuso la unión política de dos de los principales reinos peninsulares. Esta unión permitió a los Reyes Católicos centralizar el poder en España, lo que les permitió emprender la conquista del Reino de Granada en 1492 y apoyar el viaje de Cristóbal Colón a América en el mismo año.
A pesar de la unión, Castilla y Aragón mantuvieron sus propias instituciones políticas, judiciales y fiscales, y continuaron funcionando como reinos separados. Sin embargo, los Reyes Católicos establecieron una serie de medidas que unificaron los territorios de ambos reinos, como la creación de una moneda común y la unificación de las leyes.
La Unión de Castilla y Aragón llegó a su fin en 1516 con la muerte de Fernando II de Aragón, momento en el que su hija Juana heredó el trono. Sin embargo, debido a la incapacidad mental de Juana, fue su hijo Carlos I quien asumió el gobierno de ambos reinos, inaugurando una nueva etapa en la historia de España.
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